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Vive Le Tour!

Parte de la historia de Etxeondo se escribe en francés, acariciada por los puertos más bonitos de Europa y al son del Tour de Francia. Anécdotas fuera y dentro de una carrera que desde hace años se considera una meca del ciclismo mundial. Desde 1983, con Ángel Arroyo hasta 2001 con Roberto Laiseka, pasando por Perico Delgado, Haimar Zubeldia y la histórica aventura con Tom Dumoulin, el ‘allez, allez’ ha estado siempre presente entre las cuatro paredes de la empresa vasca.  

 

Sin embargo, cuando Etxeondo no ha estado en la línea de salida, lo ha estado en el asfalto, en la hierba, entre la gente y, sobre todo, entre la afición ciclista. Este año no iba a ser diferente y, tras colocar el campo base en el Col de Spandelles, la particular meta que da nombre a la marca estaba presente entre la gente que esperaba ansiosa el paso del Tour por el puerto.

A escasos kilometros del puerto, Cycles Arbes, tienda referente en equipamiento ciclista desde 1983, se vistió de gala para presenciar el Tour de Francia. La ocasión lo merecía, Lourdes era el punto de salida de la 18ª etapa. Un repaso histórico y una exposición cuidada para celebrar que el Tour hace mella en la localidad francesa.

Pero el mejor homenaje a la prueba ciclista se hace siempre sobre pedales y como no podía ser de otra manera tocaba reconocimiento de etapa. Punto de recarga (o no) en lo alto de Spandelles y a seguir hasta Hautacam. Las rampas del 8% que protagonizan los más de 10 km de puerto a penas permitían disfrutar de un paisaje que dejaba sin aliento, ya sea por las vistas como por la exigencia del tramo. Las fotos quedaban en la retina… y en las manos del fotógrafo, que decidió subir disfrutando de cada una de las curvas que dibujaban el precioso puerto. “La clasificación ‘Hors Categorie’ se queda corta” alguno pensaría… Foto de equipo, cafeína y a seguir disfrutando.

Un día después, tocaba turno de los que llegaban a Spandelles a una media de 21 km/hora. Nadie se atrevía a mirar qué temperatura marcaba el móvil, pero de los 35ºC no bajaría el termómetro. Unas gorras entre los txikis que rodeaban la carpa fueron una especie de salvación. Varios ciclistas se acercaban para hablar de puertos, ponerse al día y de paso respirar a modo de avituallamiento. La comunidad ciclista no entiende de colores, “este deporte me da la vida, ¡el fútbol no!” exclamaba alguno de los que se acercaba. Lástima (¿o no?) de la cobertura, que no permitía saber quién atacaba o quién era capaz de atacar a nuestro paso. Sería una sorpresa, pero a nadie le pilló por sorpresa. Animar del primero al último, lo que estaban haciendo era una proeza. Y lo que les quedaba por delante, también.

Tras empezar a plegar la carpa y recoger el campamento, la cabeza ya empezaba a pensar en el Tour de Francia 2023. “Saborea el presente” dicen, sí, pero las ganas siempre le dan a uno las alas de imaginar en qué punto estará en el próximo año. Como la vida. Vive Le Tour!

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