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Así empezó todo: del caserío de Amasa-Villabona al podio de París. 1ª Parte.

por Ander Izagirre.

Paco Rodrigo y María Jesús Uranga estamparon los primeros diseños de Etxeondo en 1976, entre los mugidos de las vacas con las que compartían un caserío de cinco siglos en Amasa-Villabona (Gipuzkoa). El pintor surrealista Vicente Ameztoy les diseñó el logotipo: una belar-meta, un almiar, el tradicional montón de hierba apilado en torno a un palo vertical. Y poco después Paco se compró una bici para pedalear con los cicloturistas de Hernani.

Aquellos fueron los primeros rasgos de Etxeondo, los que determinaron su carácter hasta hoy: el caserío, la vanguardia creativa, la bicicleta.
María Jesús dibujaba muy bien. En 1972, con solo catorce años, había entrado a trabajar en Subijana, una fábrica de Villabona que se dedicaba a los estampados textiles desde 1860.

-Uno de los propietarios de la empresa era Cristóbal Balenciaga, que traía encargos de sus colegas de la alta costura de París: Christian Dior, Chanel, Paco Rabanne, Givenchy… -cuenta María Jesús-. Hacíamos tejidos, pañuelos de seda para la élite de la moda, y todo a mano, artesanal. Aquello fue una escuela para mí.

A la fábrica Subijana llegó un mozo navarro de 23 años: era Paco, hijo de unos carniceros de Castejón, que había terminado la mili y quería buscarse la vida.

-Me vine a Amasa-Villabona porque aquí vivía un tío mío. Empecé como ayudante de un matrimonio de carniceros, pero enseguida me recomendaron al gerente de Subijana, que me hizo unas preguntas. “A ver, chaval, qué tal te manejas con los números”. “Bien, bien”. Me pusieron de colorista. Tenía que mezclar sustancias químicas, calculando unas fórmulas, para conseguir un color determinado. Era un trabajo matemático complejo, pero le cogí el truco y me gustó. Me hice colorista, mira tú, un mundo completamente desconocido para mí.

María Jesús y Paco coincidieron en el departamento de grabado. Allí trabajaban con las nuevas máquinas de estampar, discutían los proyectos, se hacían sugerencias y correcciones, y de paso… de paso se miraban especial.

– Discutíamos mucho del trabajo y lo pasamos muy bien, eso es una suerte -dice Paco-. Éramos jóvenes, con ganas, y ahí nos dimos cuenta de que también éramos creativos. A veces hacíamos trampas: nos pedían una cosa para una colección y nosotros presentábamos otra. No se enteraban del cambio. Y salía mucho mejor.

-Ahí ya vimos que sabíamos hacerlo bien, que nos gustaba el diseño, el color…

-Mirabas a distancia una tela con un color, la girabas, apreciabas si ligaba bien, si hacía raya, si cambiaba el tornasol, tenías en cuenta la forma de la tela para que el color quedara limpio… Retocábamos, afinábamos mucho.

Medio siglo después, el color es una de las señas de Etxeondo, un rasgo que identifica enseguida sus prendas.

Paco sigue siendo un colorista apasionado: anda atento a lo que ve en la televisión, en las revistas de moda, cualquier destello que le llame la atención en cualquier parte, y prepara con su hija Amaia, también especializada en los colores, las gamas cromáticas que marcarán tendencia dentro de un par de años.


Vicente Ameztoy durante una colaboración.


Vicente Ameztoy durante una colaboración.

Un camino propio

Tras los años de aprendizaje, en 1976 Paco y María Jesús quisieron abrirse un camino propio. El pintor Vicente Ameztoy, que era uno de los propietarios de la empresa Subijana, les dio un apoyo fundamental: les cedió un espacio en la casa noble de su familia en Amasa-Villabona, el caserío Etxeondo, para que instalaran su taller.
-Etxeondo era un caserío de verdad, con la huerta, con las vacas en la cuadra, con los espacios sin acondicionar para un trabajo como el nuestro, así que empezamos desde cero- cuenta Paco-. Construí una máquina para hacer grabados, una cocina de química para los colorantes, el montaje de luz… No compramos ni una máquina, todo lo hicimos a mano.
María Jesús seguía con su empleo por las mañanas en Subijana, para asegurar al menos un sueldo, y por las tardes ayudaba a Paco en Etxeondo.

-Todo eran retos -dice María Jesús-. Yo era muy joven, para mí era importante salir de la fábrica y demostrar que podía desempeñar este oficio por mi cuenta. Nos lanzamos. Montamos la empresa, nos fuimos a vivir juntos sin casarnos, algo que en esa época estaba muy mal visto…

-No llegamos a hippis, pero casi -se ríe Paco-. Siempre hemos sido bastante anarquistas. Teníamos toda la ilusión del mundo, queríamos crear algo propio. Nos entendíamos muy bien, sabíamos lo que nos gustaba y lo que queríamos, nos corregíamos, nos criticábamos, discutíamos mucho en el trabajo. Era emocionante.


Paco y María Jesús posan junto a uno de los equipos de atletismo con el que colaboraban.


Paco y María Jesús posan junto a uno de los equipos de atletismo con el que colaboraban.

 

-Estábamos enamorados y eso también influía -ríe María Jesús.

-¡Éramos un alma en dos! ¿Cómo quieres que te lo explique? Hay cosas que llevas dentro y no se pueden explicar.

-En las discusiones del trabajo yo le zurraba mucho.

-Y yo a ella igual.

¿A qué se dedicaba Etxeondo en sus primeros años?

-A lo que podíamos -responde Paco-. A hacer trapitos, estampados, camisetas, miles de camisetas. Camisetas para una peña, para un club, para las fiestas de un pueblo, para las fiestas de otro pueblo, para la fiesta de Kilometroak. Cuando subió al Everest la primera expedición vasca, sacamos la camiseta con la imagen… Vendimos miles.

-No era lo que queríamos -dice María Jesús-. Lo hacíamos para vivir y para arrancar con nuestro proyecto, porque teníamos un horizonte.

-Una marca. Queríamos crear una marca, desarrollar nuestro estilo.

-Necesitábamos un oficio para vivir, como todo el mundo -dice Paco-, pero también teníamos una necesidad espiritual o creativa o llámalo como quieras, una necesidad de expresarnos. Tuvimos la gran suerte de trabajar con artistas. El artista es alguien que te hace ver lo que tú no veías.

-Vicente Ameztoy traía amigos al caserío, estampábamos camisetas con grabados de sus diseños, con el logo de alguna galería de arte, cositas de muy poca tirada, de diez o veinte prendas, pero aprendíamos mucho. Nos descubrían maneras de mirar y nosotros lo absorbíamos todo.
También colaboraron con la Orquesta Mondragón, un grupo que fusionaba la música y las representaciones transgresoras, delirantes, polémicas, divertidas, con la voz de Javier Gurruchaga y las actuaciones de ‘Popotxo’, un payaso mudo.

-Les hacíamos las portadas, las camisetas. Nos lo pasamos bomba con aquella gente.

-Pero nosotros nunca hemos sido artistas – dice Paco.

-Hemos sido técnicos y empresarios. Claro que hemos sido creativos, pero ser artistas es otra cosa.

-Yo tengo mucho respeto por el artista verdadero -sigue Paco-. He conocido a muchos, muy diferentes, y enseguida me he dado cuenta de que eran personas especiales, con una manera de ver las cosas que te descoloca, que te sorprende, que te cuestiona. Algunos siguen una línea muy clara, un desarrollo con mucha fuerza, expresan algo propio. Nosotros somos técnicos. Bueno, también es verdad que veo algunas cosas que ha diseñado María Jesús para galerías de arte y digo… ostras… esto es…

-…una chapuza -interrumpe ella.

-…tú dirás que es una chapuza, pero para mí es arte o algo muy cercano. Lo que pasa es que nosotros no buscamos ser artistas, no vamos a hacer una exposición, nuestra búsqueda no ha sido esa.

-¿Cuál ha sido la búsqueda?

-Crear algo propio y reconocible. Nuestra prioridad no era ganar mucho dinero o crecer como empresa, la prioridad era conseguir productos excelentes.

-Insistís en que no sois artistas pero sí sentís ese orgullo por vuestras creaciones.

-Nos da orgullo el trabajo bien hecho -explica María Jesús-. Hacer bien las cosas ha sido siempre nuestro empeño. Si viene una prenda con una costura mal rematada, con cualquier detalle que no va, no la aceptamos. Lo normal sería dejarla pasar, pensando que ya saldrá mejor la próxima, pero aquí no, en Etxeondo esa prenda no pasa. Le damos mil vueltas a la prenda, boca arriba, boca abajo, hasta que quede perfecta.

-Yo lo tengo claro: si tenemos una prenda con una imperfección, nos sale más barato romperla -dice Paco-. Porque si la vendemos, ganamos ese dinero pero perdemos algo mucho más importante.
Al cabo de dos o tres años en el caserío Etxeondo, María Jesús y Paco pensaron que debían especializarse. Que debían elegir algún ámbito que les gustara y hacer la mejor ropa posible. Y como a Paco le gustaba mucho la bici…

Los caminos de la vida son inescrutables: Etxeondo entró en el ciclismo a través de la Orquesta Mondragón.

 

Sigue en la Segunda Parte.

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